miércoles, 2 de marzo de 2016

SOREM, SOREM, SOREM


Sin embargo me acuesto cada noche, le doy la espalda y cierro los ojos como si solamente yo importara; me meto bien adentro de mis miserias, las armo y desarmo, les doy la vuelta, intento resolverlas: la trascendencia, el sexo, la conciencia de que los días se me están gastando penosamente y todas las mañanas, cuando pongo los pies en las chancletas, sé que va a ser un día miserable. Entonces hago el café, salgo hasta el patio, prendo un cigarro y lo fumo mirando cómo el amanecer cubre el concreto de a poco, cómo tanta cal oscura va llenándose de blanco, y miro al cielo, pienso en Dios y le hablo mientras mi boca expulsa con desgano el humo, y mis manos tiemblan, agarran el café y se lo empinan. A veces, una ventisca pequeña llega hasta mí, y a veces, muy a veces, la tomo
como una simple respuesta de Dios: estoy. Sin embargo estoy solo. Aquí, hablando con nadie como si fuera Dios. Termino el cigarrillo y lo desarmo contra el borde del muro, entonces blanco de luz de sol, completamente lúcido, y sacudo la mancha de ceniza; el cabo a la basura. Bebo el café y dejo caer el vaso en el fregadero. Ya comienza el día. Y el niño duerme. Quizás paso al baño, me bajo el calzoncillo hasta las rodillas y me siento en la taza como para pensar. Estoy en blanco. Frente a mí, la cortina, el lavamanos, un mueble. A un lado, detrás de la puerta, el cuarto a oscuras, y aguzo el oído por si acaso chirría el niño, o llora, o se voltea. Pasan diez minutos. Salgo hasta la sala, miro el reloj y
quizás son las siete. Mi esposa ya ha salido de la casa, se encaramó hace ya quince minutos en la ruta veintisiete, llegó al trabajo, prendió un cigarrillo, se hizo café y quizás sonrió un poco. Ya comenzó su día. El niño duerme. Y yo estoy solo. Solo. Pensando, débil, trunco, repitiéndome. Planeando cosas turbias como una muerte que no va a venir.

Jesús Jank Curbelo (Cuba)
Publicado en la revista Aldaba 29

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