Hoy quise ver la razón
de una interrogante inquieta,
¿El aguante del poeta
cuando escribe en carne viva?
Se lo pregunté a la vida
y contestó pizpireta.
La flor de los versos son
entre acíbar y ambrosía
la luz de la fantasía
que brota pura y salvaje
entre el viento y oleaje
de mi gozo y mi agonía.
El poeta en su sentir
de pasión sufrir y engaño
no medirá nunca el daño
ni el amargor de retama
que el tiempo grava o derrama
por la cruz del desengaño.
Yo le contesté a la vida.
Si ser poeta es andar
cargando cruz y avanzar
como un quijote sin lanza,
Ser Rucio sin Sancho Panza
o fuego en blando pinar,
¿Cómo es que hay tanto poeta?
¿Cómo es posible que un alma
aguantando risa y calma
mezclando penas y amor
no mida nunca el dolor
ni el volcán que lo desalma?
Y la vida respondió
con un tono de acidez.
¡Piensa con la sensatez!
¡No hay corazón sin herida
ni primavera sin vida
ni parto si no hay preñez!
¡El poeta, como el aire,
es preciso y necesario
y aunque no tenga salario
y cobre solo con pena
no cejará en su condena
hasta que vista el sudario!
¡Su destino es avanzar
entre dolor y agonía
vestido de fantasía
por un lente sin cristal
que lo quebró el erial
de fuerza o de cobardía!
Masoquismo del poeta,
pensó mi alma abatida
enredada en la partida
De mi ficha y su ruleta.
¡Malaya sea la tarjeta
que me regalaste vida!
Granada Sandoval
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