Después de haberlo olvidado durante años;
abrí una caja e inmediatamente noté algo extraño:
era mi oso...
una sonrisa que se dibujó en su rostro.
Y es que fueron tantos trasteos,
fueron tantos bichos,
y artículos de baja calaña con quienes tuvo que compartir en esas cajas y talegos...
pero el día de su emancipación había llegado.
Es el primer juguete que recuerdo,
y fue la puerta para conocer el resto.
Sospecho que se sujetaba a todo lo que tenía a mano,
y en otras enseñaba sus dientes,
mostrando su carácter,
para ahuyentar a los extraños que querían invadir su espacio.
Algún día después de haberlo olvidado,
abrí la caja indicada,
y su sonrisa lo delataba.
Estaba emocionado por haber sido encontrado.
Lo extraje para darle el lugar que merece;
la parte más alta de mi habitación,
frente a la ventana,
al lado de una marrana.
para producirle menos trauma,
pues conozco bien sus ganas,
y ansias de libertad,
y pueda soportar la distancia de su lugar de procedencia...
Barranquilla.
Lo seguiré invitando a poetizar a la luz de una vela,
escuchar sus razones,
valorar su recorrido y experiencia.
Sergio Javier Dugand Henao
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