La fibra de vidrio está sobre la mano. La mano del brazo amputado.
El brazo del cuerpo de vidrio. Cuerpo que perdió brazo y ojo encima de la mano. La fibra de vidrio con forma de ojo está sobre la mano. La mano del brazo amputado. El brazo del cuerpo donde la fibra de vidrio está sobre... Escala por cortinaje y viga hasta la enorme lámpara del salón. Se acomoda entre sus tubos y bombillas. Confía que, cuando alguien prenda la luz, el calor le recuerde la calidez de la chimenea de su infancia. Caso contrario desenroscará una de las bombillas y acariciará ese vacío. Despojado, el camisón se acuesta sin el cuerpo. Se acomoda en la cama. El cuerpo lo contempla dos pasos más allá. Se desprende de la ropa y se deja caer.
Desnudos, los brazos de uno y de otro se rozan. E, inmóviles, tal vez simulan disfrutar. Los ojos comen la boca que come las orejas que come el ruido de la nariz que aspira un grillo y no lo expira. El perro de caza persigue a la botella, desea atraparla y devorar su brillo. La botella se las ingenia para estallar un segundo antes y degollarlo. Los dos mezclan sus restos donde emergerá una flor carnívora. La taza se sumerge en el café con leche que la desborda. Se sumerge tanto que emerge en otro espacio. Uno donde queda sumergida. Uno donde no es la taza en la que alguien bebe, sino quien bebe oscuridad mientras no respira. Una copa sale de su oreja. El cristal estalla al contacto con el aire. Cae dentro de su boca que lo tritura. Es llorado por sus ojos. Las lágrimas moldean nuevamente el cristal tallándolo. Una copa sale de su oreja…
Mastica la mano. Y no le gusta el sabor ni la textura de la carne. Escupe el dedo de en medio. Que cae recto y, por su base, se clava en el barro.
Del libro Cada gota de azogue acerca el mundo de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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