¿Quién me llama en la oscuridad de la noche?
¿quién me enciende los ojos de fiera acorralada
en el huerto de los tamarindos?
en esas noches de plenilunio, cuando el lobo aúlla
y yo con mi dichoso insomnio;
escucho tu sobrecogedores suspiros.
Ese llanto tuyo, silencioso y sin motivos.
¡Y mi corazón dolorido pide:
Que se callen las guitarras, guarden silencio los grillos!
los perros de la calle, como todos habitantes de la noche;
cuando el silencio se esparce en el espacio;
cuando esa ave blanca, llamada lechuza,
se bebe descaradamente el aceite de la lámpara...
y el sacristán da voces para espantarla.
Por la oscuridad de las calles sombreadas,
vuelan unicornios blancos y por las paredes se resbalan
sombras de mujeres alargadas...
Con luces sobre la cabeza y envueltas en sábanas blancas,
la noche cómplice, ampara la existencia de todo...
La nieta insomne, que llora para reclamar su sustento;
las luciérnagas y los demás insectos
que viven bajo el manto protector de la noche;
se camuflan para defenderse de las aves nocturnas,
bajo las hojarascas del aguacate o del guindo.
En el misterio en que te escucho:
¡mulata de mis entrañas!
¡mamasita de mi alma!
¡y musa de mis poesías!
Deja que deposite un besos en tu frente
para que se disipe tú melancolía...!!
RAFAEL CHACÓN MARTEL
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