martes, 24 de noviembre de 2015

EN MI LENGUA


Hay dos aristas, fintando el horizonte
cuelgan, de sendas orillas
y me desperdigo
al igual que las semillas
bajo el ímpetu del sembrador
con la estela blanquecina de mil palabras.
Camino recto sobre unas plataformas rectas
sin esperar que asomes
a verme pasar
y me digo
igual ellos han sucumbido al lenguaje de las aletas
resuena un eco, una brisa fuerte, un céfiro de la tarde
que juega al escondite
con los niños de ojos inocentes.
En la plaza, una pira inmensa, arde
su combustible, miles de libros, de voces acalladas
y retumba
en mis sienes inconclusas
un ruido de esquelas sin cuerpos, de muertos que flotan
cual si fueran derivas, o velas rotas
acaso me santigüe como los que se golpean el pecho dominical
sin misericordia por los exiliados en el miedo
quizás sus mascotas mastiquen
la tierna carne extirpada de la boca hambrienta
de una criatura casta.
Sé que a veces me apedrean las voces
Sé que tú eres impoluto, inmaculado, de cuna inverosímil
Sé que mis pies se salen de tu lenguaje
Sé que mi boca escupe cantos de aristas afiladas
Sé que van directo a tu hocico de muérdago aliñado en azafrán
Sé que me pierdo en los cines de tránsito
Sé que las alas revolotean llevándonos lejos, lejos, lejos…

Ruedan cabezas, hay molinos soltando estampas
con nombres, con promesas
hay rayas perfectas, o corbatas, o proposiciones imperfectas
pero no son de mi lengua, son de tu idioma
aquellas que circunstancialmente nunca cumplirás
y a nadie, rendirás cuentas …

He visto un pebetero que llora
no luce, como sería su aventura creadora, no
las cañas recuestan su sedal en aguas turbias
y nadie paga deudas
hay un feudal de cuello curo que languidece al sol,
en islas vírgenes
entre píeles de vestales de pecho erguido
y cruceros nombrados con nomenclaturas de siete mares.

Ya cené, otra vez dos mendrugos
uno tierno, me lo dieron a las puertas del comedor social
donde las lágrimas se transmutan en tierno trigo
el otro, fue reserva
de ayer, o tres días, nunca se sabe la herrumbre que hallarás
a las puertas del paraíso.

Y ahora, grítame
sí, reconfórtame, diciendo que no hallas respuestas
que no escuchaste las preguntas
no oíste el llanto bajo la explosión
ni tuviste tiempo de volver el cuello cuando la brisa te abofeteó
con la juiciosa fortuna
de llenar tu despensa, mascullar los días frente al mar
o servir al bardo para dibujar un lienzo
preñado de locura
bajo las tintas de una tarde majestuosa
con una pátina generosa en colores
y seguro, seguro
de oportunidades, mas esa, esa será otra tarde…

Ya casi alcanzo el mar
al dejar que la brisa
acaricie mis pupilas dejándome obnubilar
por el balanceo sibilante una gavina testigo, ella y yo.

Santiago Pablo Romero -Trigueros-

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