Tú, que espías todas las noches
la hora que llego y adónde voy.
¡Anda, luna y cuéntale todo
que en otros brazos me dormí,
que la he sido infiel y la engañé!
¡Dile que soy un cobarde
que no merezco su mirada
ni los latidos de su corazón!
¡Anda, ve! Si hasta reflejas
en el agua su desprecio.
Aunque. ¿Qué ganarás con eso?
Eres falsa, ni luz propia tienes.
Y cuando ella te mire en la
ventana fijamente no creerá
ni si le gritas en silencio mi traición.
Miguel D. Gómez
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