A primeros de septiembre,
llegarán puntuales las lluvias,
abriendo las viejas puertas,
para que vaya pasando,
entre discreto y nostálgico,
ese final del verano...
Cuando las uvas maduras,
apetecen en nuestra boca,
estallando en su interior,
dejando ir todo su almíbar.
Como aquellos besos jóvenes,
que un día también mordimos,
en otras bocas ajenas, lejanas,
sobre otros veranos pasados,
bajo otras lluvias caídas,
con olor a tierra muy mojada,
y uvas brillantes, recién lavadas,
por esas primeras tormentas
a primeros de septiembre.
Soñando bocas y besos,
mientras la lluvia resbala,
encima de dulces uvas
con el color de los labios
de jóvenes dándose besos,
a primeros de septiembre.
MARÍA LUISA HERAS VÁZQUEZ -Barcelona-
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