jueves, 24 de septiembre de 2015

EL DIJE


De noche, oía, se alarga el camino
y, niño, lo imaginaba estirando
en arenoso terreno frío, sombrío;
soñaba tener mi sol imaginario

Uncidos, resoplaban los caballos
aptos, los consentía con mis manos,
con sus labios devolvían el mimo,
desde infante a los animales amo.

En el viaje, recostado, divagando
con los cocuyos su albor, inspirado,
con ágil movimiento así uno,
en mi frente su luz ungí, y gozoso
a mis padres dije: ¡miren como brillo!

A los caballos, súbito aúllo asustó!
…desbocando en sinuoso sendero,
por y abismo y talud flanqueado,
las sombras huían en tropel y pavor.

Sólo se oía de los ejes el chirrido,
tenso de los caballos su respiro,
en galope fantasmal, intenso,
tal pegasos brunos en lo umbrío.

El carruaje, torpe, dando tumbos,
despegaba, desafiante, por segundos,
como emprendiendo el vuelo
con lánguida luz hacia el cielo.

Las riendas tomó mi padre, decidido:
¡Bucéfalo! al caballo alfa gritó
…varió el galope en trote, lento,
se pararon del todo frente al pozo.

De la carreta bajé entusiasmado,
sus grandes ojos chispearon con los rayos,
aún inquietos, me vieron, alentados,
ya tranquilos, todos hondo respiramos.

Con retozo alegre, renacido,
en aparente paz, el éxodo siguió,
en armónico trote, acariciado,
y el eco del carruaje su crujido.

En gélida noche de invierno,
de estrellas fúlgidas, el cielo
hace alarde el altiplano
tal fino poblano, un relicario.

Con un centelleo, así, intenso,
lluvia de estrellas fulgieron,
fugaces en los hielos del pico
cual fiel guardián sempiterno.

Aquella noche fleché un lucero,
con los dientes arrebaté un rayo,
que tal exótico dije con relámpago,
perenne, vuela fugaz conmigo.

Omar Aburto -México-

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