Caía una lágrima sutil como la mañana.
Caía. Como las rosas en agosto.
Una sangría en la memoria.
Caía una aurora como el atardecer de un suspiro.
No pude darme cuenta. Se secaban los pétalos de mis días,
fulminante me asolaba un huracán entre las huellas del tiempo.
Caía el espejismo. Simplemente se difuminaba en un rostro,
aquel que intensamente alborotaba mis labios donde mi deseo se escondía.
No fui capaz de articular una locura en medio de esa llama.
Mis manos abrían el surco de mis huesos...
Caía lánguido. No pude agarrar el nombre , la palabra se descomponía a la voz de un fonema.
Cae, solo caía, agarraba las manos para no caer.
Agarraba la estrechez del amor para no volar.
Agarraba la caída en el cristal de la mampara de mi regazo.
Solo caía... despacio, levemente,
tenue,
una pluma sin viento,
un sesgo sin orillas.
Es cierto.
Caía
ISABEL REZMO -Úbeda-
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