–Cómete la manzana, hijo.
–No tengo ganas, mamá.
–Come y te harás fuerte –insistió la mujer.
–¿Para qué he de hacerme fuerte?
–Para…
La mujer dudó. Las preguntas de los niños siempre ponen en apuros a los adultos, pero algunos de estos, en volandas de la empatía, logran salir airosos del aprieto.
–¿Para qué, mamá? –insistió el chiquillo.
–Para que puedas ayudar a los más débiles que tú, hijo.
Y el niño propinó un monumental mordisco a la manzana.
Del libro El espectáculo más hermoso de
SALVADOR ROBLES MIRAS
Publicado en Los libros de las gaviotas
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