Desde las primeras horas de mi infancia
escaso tiempo nos regalo la vida
guardo en mi alma un tesoro de recuerdos
que iluminan mi sentir.
En su lecho de muerte
un padre sufre con dignidad su tortura
en silencio padece su larga agonía,
amargas y lentas son las horas de dolor.
Cuerpo agónico, alma en rebeldía,
no se rinde, ni se entrega a la muerte
la espera es... ¡Un acto de amor!
no quiere irse, sin ver a su pequeña niña.
Padre mio, en mis brazos iniciaste el viaje
juntos cruzamos el umbral de la muerte
allí te deje, en la paz de tu ultimo suspiro,
dos perlas rodaron de tus ojos
al oír de mis labios dos palabras...
¡Papá Papito!
En el pasado era una niña de cinco años
ahora, soy una mujer curtida por el tiempo
ambas te expresamos con amor y ternura
las mismas dos palabras...
¡Papá Papito!
Carmen Pedreros Avendaño -Perú / Guatemala-
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