Dame un poco de agua,
traigo sed de varios días,
llevo andando muchas horas
en un camino muy escarpado,
sin descanso, sin dormir,
llevo mis pies destrozados,
todo por venir a verte,
a decirte que te amo,
y me has denunciado,
¿por qué? mi amado.
Aún recuerdo tu suplicio,
más ya no me das amor,
solo recojo de ti,
abandono, soledad,
destierro. locura,
silencio y olvido.
dime. ¿qué delito cometí?
solo por ser la luz
que en tu caverna oscura entró,
que vio tus miedos, tu soledad,
tu huir de la voluntad,
de aquel que quisiste un día
y hoy odias sin piedad.
¿Dime pues? mi amor,
“levanta la cara y oye mi voz”
anda, alza tu espíritu,
camina erguido, con honor.
con dignidad, cual espada
que se alza en la infinita
soledad del alma,
callado, humilde,
sumiso y con mucho amor,
pues obedece y anida
en el corazón de aquel
que vela su sueño siempre,
con el respeto de un hermano mayor,
que nos da la mano y nos dice,
ven, yo te daré mi casa,
habítala tranquila. descansa.
no te alteres y vuela sin fuego,
hermana del alma.
Prefiero mil veces eso,
que llorar por las esquinas
con mil cadenas atada.
sola y muy amargada.
te ofrezco mi mano, cógela,
si me la rechazas,
olvídame pues,
tú mandaras siempre
en tu alma.
FRAN TRO -ESPAÑA-
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