Hay horas en que el tiempo no pasa.
se detiene, se nos clava y duele...
Las tardes se hacían tan lentas,
ya nadie osaba transitar por ellas.
El tiempo se desperezaba despacio,
mientras una cigarra cantaba fuerte,
desde algún árbol no muy lejano.
Rayos de luz, se filtraban valientes,
por la ventana, a través de la persiana,
absorbiendo todo el polvo de la estancia,
brillaba éste descendiendo despacio,
sobre las desgastadas losas del suelo.
Y todo se percibía, más viejo y decadente.
Tardes de verano, con calor y mucho tedio,
a la infame hora, del descanso y de la siesta,
Cuando todo moría ahogado en el silencio.
y el calor sofocante traspasaba los cuerpos,
como un fuego infernal que subía desde el suelo,
hasta que cerrábamos nuestros ojos...
arropados por un sopor que nos iba invadiendo.
Y el ladrido de un perro enfadado a lo lejos...
nos despertaba con brusquedad aquella tarde,
de calor insoportable y olor al mar nuestro.
Tan cercano estaba que oíamos sus olas,
sobre la arena, acompasadas, suaves y lentas.
Mientras las tardes se deslizaban muy despacio,
día tras día, sin detenerse a la calmada hora...
de la siesta, reparadora, decadente. !Nuestra!
MARÍA LUISA HERAS VÁZQUEZ -Barcelona-
No hay comentarios:
Publicar un comentario