viernes, 25 de julio de 2014

EL CONVICTO


(Soneto espejado)

En el espejo turbio de su vida,
su imagen revisa, un extraño varón.
Cada mañana cuando en él se mira,
asoma en su rostro un gesto de pavor.

Porque barrotes de hojalata fría
separan su estampa de una irrealidad.
Tras el espejo, las negras varillas.
Tras las varillas, su doliente mirar.

Sus manos cansadas de tanto agitar
las firmes barras de hojalata fría.
Con la voz cansada de tanto gritar.

Nadie que lo oiga parece escuchar,
tampoco conmueven sus letanías.
Está forzado a vivir en soledad.

Del lado del hombre, de existencia real,
no hay pesadumbre ni melancolía.
En el mundo nadie lo ha visto llorar.

Con un manto opaco, el resto del día,
al espejo tapa para no mirar,
a esa persona que sufre cautiva.

Con placer inmenso lo liberaría
y que ya no sufra esta situación
pero hay una llave que se necesita,
la han escondido y es la de su amor.

Sin culpas, convicto tras rejas frías
suspira palabras pidiendo perdón.
Con ella sueña despierto de día.
De noche la llora, ahogado en dolor.

INGEL LAZARET

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