domingo, 1 de junio de 2014

RUBÉN, EL MAGO


Rubén, el topo, era el tonto de la clase. Bajo, grueso, lento, tímido, reptaba
por los días panza arriba. Con el iris a cuadros y la boca planchada, soportaba
estoicamente los insultos, bromas, patadas y collejas que le propinaban
gratuitamente sus compañeros. Sus pupilas, colgadas de la pizarra, sujetaban las
lágrimas en la cuenca de los ojos, emigrando del granero de su cara hacia los
paraísos alquilados, donde la belleza, la agilidad, la destreza, la inteligencia y la
simpatía no deciden lo que vale cada uno. Soñaba con ser mago.
Aquel viernes cuando las llamas devoraban la casa de Jaime, nadie se atrevió
a cruzar la puerta para rescatar al niño, atrapado por el fuego. Rubén, sin pensarlo,
cruzó el umbral y le salvó. El topo se convirtió en héroe, los insultos en elogios, los
golpes en abrazos, los desprecios en sonrisas.
Ahora contempla como el mundo viene y va. Sabe que un mago no es el
protagonista local que sueña con el aplauso del mundo. Un mago es un mundo que
sueña con cambiar la cruda realidad transformándose a sí mismo.

Ana Cristina Pastrana (Bembibre, León)
Publicado en la revista Aldaba 17

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