martes, 3 de junio de 2014

POETAS ROMÁNTICOS INGLESES: CANTO XI


Cuando contemplo en el cielo
el batallar de la confusa tormenta,
y en las copas de los árboles el azote
del viento, que golpea semejante
a un agitado corazón,
mirando el desorden tempestuoso
que de improviso somete
a la Naturaleza a su albedrío,
deshaciendo la arquitectura del sosegado
mundo y volviéndolo a reconstruir
conforme al designio de una hora.
Cuando presencio en la cumbre
despeñarse torrentes de piedra,
con el fragor de la avalancha
que devora los contornos de algún cuadro
bucólico, atronando la quietud
de los valles dormidos,
obligados por fuerza a enrolarse
en la violenta rebeldía
de los titanes apresados en la tierra,
que quieren de su argolla libertarse.
Cuando al borde del acantilado resbaladizo
escucho el rugido insistente
de las panteras marinas, el grito
de la selva de olas y espumas
que se abre bajo mis pies,
perturbadora visión obsesiva
dueña de las débiles potencias del ánimo,
dédalo verde y gris, destino
frente al que reconozco
de manera completa mi reflejo de náufrago...
En tales momentos lentamente comprendo
que mi soledad sólo encuentra paz
en medio del trastorno, que habiendo abandonado
el Amor a mi vida nada en el orbe
guarda ya el equilibrio, que mis lágrimas
anhelan la destrucción
y que, en ausencia de aquélla
que en su ser infinito me embriagó con su gracia,
el emocionado cultivo de lo hermoso
se torna adicción irremediable
al opio de deseos que nunca se alcanzaron.

RAFAEL SIMARRO -Ciudad Real-  
                   

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