Fueron pasando los días
solo quedan los recuerdos,
de los rostros de la gente
que entre triste y consternada
llegaron y le trajeron,
las flores… a su morada.
Se quedó solo en su lecho
pero no pudo el olvido,
con su corazón desecho
sintió que le ardía del pecho
cual reclamo inmerecido,
de ese amor, que ya se ha ido.
Triste pena que le embarga,
angustia que le encadena,
es su vida, gris y amarga
es dolor, fatiga y carga,
caro amor, que allá en el cielo
fiel testigo, es de su anhelo.
En su justa decepción,
busca llegar a su encuentro.
Llega a la triste morada
donde descansa su amada…
“Amor mío, no estás sola,
traigo, esta bella amapola”
Sobre una tumba adyacente,
se posa un cuervo atrevido,
y escucha el triste lamento
de aquel hombre y su quejido,
que en lágrimas de tierno amor
recuerda… a su amor perdido.
DARWIN I. FLORES VARELA
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