Era una fiesta taurina, en las europas queridas
donde la gente asistía, con tremenda algarabía.
desde todos los rincones, llegaban en romerías
para ver al matador … o del toro, las heridas
El redondel con su encanto, brillaba de mil colores,
artesanos se mezclaban a la par de los doctores ,
campesinos y hacendados se juntaban en la plaza
rara mezcla de una unión, mezquina con la pobreza.
Uno a uno van pasando, los toros por su corrida
y la sangre va quedando, en la arena distribuida.
La sedienta multitud, sigue en su asiento esperando,
que anuncien al matador… que siguen idolatrando.
Entre gallardo y apuesto, con su traje colorido,
aparece el matador, entre aplausos y alaridos,
y como fuego encendido , en medio del vendaval
sueltan al fin el toro… a pelear con su rival.
Ole, ole, ole, decía la gente, cuando el ágil matador
se quitaba de su cuerpo las mortales embestidas,
y presuntuoso, el matador hacía gala de su hombría
esquivando muchas veces, al toro y su osadía.
La muchedumbre encantada y extasiada por el vino,
piden enajenados que se termine la fiesta,
hace caso el matador, sacando su larga daga
y de certera estocada… se deshace del taurino.
El matador satisfecho, saluda a su noble hinchada
el toro que se levanta y se saca la larga daga
se la inserta al matador… como rédito a su paga
quedando los dos tendidos…perdidos en la batalla.
La gente despavorida se amontona a la salida,
se tropiezan cortesanos, doctores con los ancianos,
no olvidaran la lección, que aprendieron ese día,
el llanto del animal… que sangraba por la herida.
DARWIN I. FLORES VARELA
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