Entré en tu laberinto, sin ovillo,
y me perdí en sus múltiples rincones.
Momentos de doradas ilusiones
por tu fragancia, tu temblor, tu brillo.
Cada esquina, vestíbulo, pasillo,
fueron descubrimientos, o visiones,
de tus propios ensueños, o emociones,
todo tan espontáneo, tan sencillo.
Y de repente, lobreguez, misterio,
sin percepción de ti; mi cautiverio
reclamaba una Ariadna para huir.
El hilo de su ovillo hubiera abierto
mi senda al exterior; solo, no acierto.
En ti, sin ti, absurdo ir y venir.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
No hay comentarios:
Publicar un comentario