SIETE LUNAS
Hace siete lunas, tan sólo siete, que te fuiste en silencio, casi sin despedirte. Pero cada vez que me siento en esta mesa, al anochecer, me parece, que me observas, que estás tras de mí. Más de una vez me he levantado y he mirado tras la puerta. Naturalmente no había nadie porque tú te habías ido. Otras he sentido pasos acercándose y he esperado que entrases y me besases, como cada noche. Tengo tan dentro tus pasos, tan dentro, que son más míos que tuyos y los oigo en cada habitación. Pero tú estas muy lejos. Sé que no eres tú pero no me resisto a mirar atrás y ver que no hay nadie.
Ahora mismo, que te estoy escribiendo, una voz dulce con sabor a sal, me susurra al oído unos versos antiguos, muy antiguos, aquellos que te escribí cuando paseábamos la viejas calles, de Cádiz, absortos sólo en nosotros. ¿Te acuerdas de las puestas de sol en la Caleta? ¡Qué belleza! Nunca he podido describirlas, me faltan palabras y colorido. No pierdo la esperanza de conseguirlo algún día. Contigo me ocurre lo mismo. Quiero cantar tus primores pero siempre me quedo corto. Nunca encuentro el vocablo exacto. Llevo muy dentro tu pelo, tus ojos, tu cuerpo y sin embargo siempre se me escapa algo.
Ahora mientras te escribo esta carta, te veo, te oigo, te siento, porque como un día te dije: Yo soy tú y tú eres yo. Somos dos pero somos uno. Yo miro con tus ojos y tú miras con los míos. Estoy viendo el paisaje que te envuelve y tú ves estas hojas blancas donde escribo. Tú oyes el rumor del mar y yo escucho silbar el viento en la montaña. Tú estás sentada en una silla mientras yo camino por estrechas veredas. De esta manera los dos estamos en los dos sitios al mismo tiempo. No creas que desvarío por tu ausencia. Aunque te hecho mucho de menos. No es fácil haber perdido tu cuerpo y no desvariar. Pero te aseguro que estoy bien. No te preocupes y disfruta del aire puro. ¿Recuerdas cuando, juntos, recorrimos los senderos que bordeaban el río sintiendo el frescor del agua en la mejilla y viendo saltar las truchas? ¡Qué esplendor! ¡Qué maravilla!
Estoy con tus ojos contemplando de nuevo aquellos parajes inolvidables. Me llegan las imágenes. Me llegan. Estoy aquí pero increíblemente estoy ahí mirando los altos árboles y el rumoroso río que resbala sobre las piedras. Comencé esta carta diciendo que te fuiste hace siete lunas y precisamente hoy hay luna llena. ¡Qué hermosa luce! Está jugando con unas nubecillas tras las que se oculta momentáneamente. No es la misma luna de aquellas frías noches en que nos besábamos en el portal de tu casa. No es la misma luna porque ni siquiera mis ojos que la miran son iguales. Día a día cambiamos: una nueva arruga, una nueva cana, un nuevo lunar, un nuevo dolor, un mayor cansancio. También mi amor por ti es distinto hoy al de nuestros primeros días. Ahora es menos ardiente pero más intenso. Sigo totalmente loco por ti y el resto de las cosas ocupan un lugar secundario. Por eso estos días que no voy a tenerte cerca se me harán eternos.
Desde que te fuiste cuento los minutos, las horas, los días, que faltan para que abras la puerta y me beses. Me cuesta dormirme porque me falta el calor y el olor de tu cuerpo. Esta soledad me desasosiega, me vuelve histérico. No aguanto las conversaciones aburridas de mis compañeros. No soportó el ruido de los bares. Estoy insoportable. No me concentro en el trabajo. No estoy aquí sino ahí contigo.
No contestes esta carta. No la contestes. Dame tus respuestas cuando vuelvas. Prefiero oír tu voz rompiendo el silencio, desgarrando las sombras, agitando el aire. Contigo regresará la calma y el sosiego y de nuevo todo me parecerá mucho más bello.
Un beso y hasta pronto. No te demores. Te espero impaciente.
Segundo Premio del V Concurso Internacional “Cartas de Amor” Club Cultural de Miami “Atenea”
José Luis Rubio
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Hace 1 día
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