jueves, 19 de noviembre de 2020

RONQUEO

 

Allí estaba el enorme atún,

más de doscientos kilos,

totalmente inmóvil,

soportando el pegajoso calor

y las miradas curiosas

de cientos de personas,

esperando al matarife

o ronqueador y sus cuchillos

que irían lentamente

para que nadie perdiese detalle,

separando su cuerpo

en sabrosos trozos: barriga,

morrillo, tarantelo, carpacio,

ventresca, brandada,

que después serían degustadas,

devoradas por ellos, por ti, por mí,

en bares y restaurantes.


JOSÉ LUIS RUBIO

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