No hay despedida sin mirarte
y sentir tus labios en los míos.
El adiós resiente lo arrogante,
devuelve soledades y hastíos.
El adiós, una triste despedida,
la mirada su más triste reflejo,
el recuerdo aferrado a mi vida
tu vida pegada a mí, mi espejo.
Eres alegrías en mis quimeras
mi luz encendida, mi alborada,
eres cielo, sol, las primaveras.
¡Contigo el todo y no soy nada!
Del libro Eterna Primavera de
José Rafael Díaz -Puerto Rico-
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