Antes de venir, el Sr. Reuma le pide la mano a la Srta. Amnesia, ésta, orgullosa de que la recuerden, acepta encantada, pero no recuerda dónde dejó la mano.
El señor Reuma, diestro y siniestro en instalarse entre articulaciones, tranquiliza a la Srta. –No te preocupes, si pasaste los cincuenta, seguro que ya me entrometí en tu vida, en cuanto te duelan los nudillos sabrás que estoy con vos para siempre.
Amnesia dubitativa entre saber si pasó los cincuenta, o haber llegado a los cincuenta, se disgusta al enterarse de que se meten en su interior sin permiso y se marcha luego de la ceremonia nupcial.
Ya con el Sr. Reuma en mi humanidad me llega su Sra. hasta el cerebro y provoca ira en la envidia... y envidia a la ira. Irritadas ambas huyen dejando lugar a la sordera, con ésta asilada en el cráneo desoigo a mi ignorancia... a mi sensatez... a mi egolatría y a mi honradez. Robo humildad, pero la menosprecio. Mendigo cordura, a la que desairo.
Ansiosa la desdicha me abre sus puertas y entro miedoso e inflexible.
La Sra. Amnesia me recuerda que perdí la felicidad y no sabemos dónde ni cuándo. El Sr. rememora mi agilidad con nostalgia y apenas si me arrastro.
En vano busco las pastillas para la memoria.
Acabo de perder la vista y por más que la busco me es imposible divisarla.
Los años no vienen solos y se van acompañados.
Hugo Donvito -Argentina-
Publicado en la revista Con voz propia 52
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