En Madrid, una madre mujer
Casada y con ocho hijas
Hijas de buen padecer
Y mejor parecer
Devota de Jesús “el Pobre”
Acogía a sus hijas casadas
Como una buena madre
Que ya se había hecho
Siete abortos felices
Para no llegar a quince hijos
Que es lo que su marido
Y el señor cura le exigía
Por servir a Dios y a la Patria.
-Que sí, mamá
Que estoy embarazada
Y no quiero tener más hijos.
¡Con dos ya basta¡
-Dime, ¿qué has pensado, hija?
-Deseo que me enseñe
Lo que las mujeres hacen para abortar
Además de ir a la comadrona
En caso de que estos ejercicios
No me lleven a un buen final.
-Hija, hay que estar prevenida
Porque los esposos
No piensan más que en follar
Con la amenaza siempre latente
De que si no te dejas violentar
Se irán de putas.
-Yo le advierto a usted, madre
Que por irse de putas
Mi honor no lo mancha
Ningún putero.
Además de que me puede pegar
Alguna enfermedad.
-Madre ¿las mujeres que hacen
Para abortar?
- Lo que hacen las recién casadas
Y las cansadas de engendrar
Es lo que hicieron nuestras abuelas, hija:
Subirse una a una mesa
La del comedor o la cocina
Y desde ella saltar y brincar
Para que el bicho se corra
Y caiga al suelo.
Meter perejil en la vagina
Y, con él, matar el bicho
Como se mata al loro.
Meterte una aguja de bordar
Hasta la matriz
Y herir de muerte al bicho
Aunque se derrame un poco de sangre.
Si esto no diera resultado
Ir a casa de la comadrona
Y, sobre seguro, abortar a gusto
Por cuatro reales.
-Yo quiero pasear la calle
Con mucha satisfacción, madre
Sabiendo que mi cuerpo es mío
Tan solo mío
Y que puedo abortar
Cuando me plazca o guste.
Con los tres ejercicios repetidos
La hija no consiguió nada
Teniendo que ir a la comadrona.
-Móntate aquí en el burro
Y ábrete de piernas
Le dijo la comadrona
Sacándola de la matriz el bicho
Volviéndola una paloma.
-Levántate de ahí, mujer
Que ya estás en salvación.
Después, la joven quedó admirada
Contemplando su Chumino
Delante de un espejo
Que era la cara de una santa
Vuelta del revés.
-Daniel de Culla
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