Él abre la herida en el cuerpo de la flor
como quien quisiera revertir un injerto
seccionar la belleza
extraer la semilla de la alegría
del desenfado adolescente
Pretencioso guardián de lo sublime
tiende la emboscada
y da inicio a un ritual que permanece
a espaldas del tiempo
Excava hasta encontrar la raíz principal
traza una incisión
accidentalmente remueve el destello
Algo deja de palpitar en sus manos
Ya no importaría que la herida
apenas rozara el húmedo pétalo
La muerte
subcutánea
ha sentido el olor de la flor tierna
conoce su soledad, su desamparo
su situación clandestina
y está sedienta
Damarys González Sandoval -Venezuela-
Publicada en el libro Siempre iluminadas nunca olvidadas
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