“… y no hallé otra cosa en qué poner
los ojos que no fuera recuerdo de la muerte”
-Quevedo
Una tristeza vaga me recuerda hoy la muerte
y callados silencios en mi ánfora vierte.
Aún quedan las huellas de la última invernada,
que en mi alma dejó notas de nostalgia callada.
Mas tañen las campanas de alacre primavera
que con sol y arreboles viste al alba cimera.
Hoy vienen voces tiernas en las alas del viento
ocultando en los pinos un pasado lamento.
Todo flota en el cosmos en misterio errabundo,
que en críptico silencio sigue arropando al mundo,
y en binomio perfecto van la dicha y la pena,
como van las espinas con la rosa serena.
Entre tensión y ritmo la vida fugitiva
va rehuyendo orillas undosa y pensativa,
abandonando arcillas cual fiera perseguida
que impotente y dolida se va a buscar guarida
a otros planos secretos do encuentra la razón
de ese su ciclo extraño, de extraña cerrazón,
pues la vida del hombre es un reto infinito
que encaja al universo al golpe de su grito!
Una melancolía le dice a mi ansiedad
vaga e itinerante, que ¡todo es vanidad!
Mas yo vivo al segundo la dicha de los dos
en este edén de ensueño, agradeciendo a Dios:
Natura con sus dones; sus albas de esplendor;
sus noches tachonadas de estrellas en fulgor.
¡Y sigo enamorada del Amor Infinito
siempre enhiesto en el alma cual fuerte monolito!
Leonora Acuña de Marmolejo
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