viernes, 22 de marzo de 2019

TARDE DE JULIO / DONDE SE HALLE SU MIRADA / EL CAMINO


Tarde de julio

Probablemente era una tarde vulgar,
tedio contagiado, brisa que teje los pinos
y los evita. La tierra cálida como un pecho.

En las manos, un libro curvaba las alas
y descendía agolondrinado hacia las rodillas.

Nos miramos y estalló la estancia.

La saliva es quien prologa el amor
en su viscosa ceremonia del génesis,
con su efímero nacimiento y su endriago.

De pronto el tacto fue importante.
Tentar lo que las miradas habían encendido,
reducir la distancia del deseo terco
que gesticulaba un salmo de la consumación.

Una paloma se asomó entre sus finos labios.
La desabroché la blusa, y sonaron Las Valquirias.


Donde se halle su mirada
(Ante la foto de una amiga que ha muerto)

¿Cómo puede morir alguien con quien hicimos el amor,
alguien cuyos abrasados labios besamos
mientras de su boca salía el calor del Sahara?

Donde se halle tu mirada de asombro estarás
donde esté tu sonrisa y el guiño de tus ojos.

No te volví a ver desde aquellos cálidos días
en que revivimos el encuentro de los cuerpos
en la ceremonia del esfuerzo y la saliva.
Para qué fingir: no fue amor sino hallazgo en llamas
que perduró lo que una pasión adolescente
que prima más el instinto que el tacto y el beso.

Desde esas cosas ha pasado un tiempo aturdido
que se resbaló como la miel en un panal,
mientras sólo sabía de ti que no sabía.

A veces imaginé tu talle de amazona
doblándose sonriente al andar por la acera,
a caballo de otros renglones de tu memoria
con los que concluir nuestros antiguos abrazos.

Ahora, de pronto, en un descuido, ya no estás.
Has traspasado mis recuerdos hacia la nada.

Te fuiste como las tormentas en el verano,
dejando a su paso caos, desorden y energía.
Qué asombro saberte viajera hacia la noche,
cuánta incertidumbre la de los días que vienen.

Vivo en el desconcierto de la cruel evidencia,
vacío como pelliza de vino sin vino,
como una cama deshecha que se ha ido enfriando.
En mí el recuerdo de tus gestos limpios y claros,
tus manos mudas caminando sobre el lecho,
en un desfile que sabía bien donde iba,
a desabrochar mi ropa, y a rozar mis labios,
como cuando me desnudaban de niño en casa.

¿Cómo pudiste morir y dejar este hueco
en el mundo, rastro de bocado en la manzana?
Irte no es regresar porque no existe el regreso,
nunca se vuelve a ese lugar que ya dejamos,
ni este permanece pues todo está mutando,
sólo las cosas, sólo las cosas nos esperan
bajo una tristeza tal de polvo desvivido.

Es así como me han tirado un puñado de sal
sobre el corazón, por la lanzada en mi costado
herido. Ya no soy el mismo, ni lo seré,
sino una sombra que se ha perdido en el recuerdo,
olvido, sombra que con la tuya se diluye.

El camino

Por aquí se escucha el preludio de la noche,
su camino se ve desde este altozano del tiempo
que me permite imaginar la ruta de llegada.
La senda es larga aún, pero me considero
con fuerzas suficientes para cubrir lo que falta
y más, si es que hubiera para mí un último regalo.
Esta primavera no es la vejez, ni la decrepitud,
ni la ancianidad, es algo mucho más sutil,
es el desasosiego, una forma de desconcierto
que adquiere la intuida sospecha del final.

Esta primavera que ahora estreno,
es el comienzo en esplendor de lo que resta
y de lo que queda, la continuidad
de la verdadera vida que me habita hace tanto,
porque esto que estoy viviendo es la vida,
es mi vida, no hay varias vidas diferentes
por las que deambular caprichosos,
no os dejéis engañar, a veces puede parecer
que se rompe o se fragmenta, o se divide
en capítulos, pero es siempre la misma
que ahora veo desde los muchos recuerdos
que en ella se han ido estrellando,
recuerdos acaso insoportables, que se erigen
en pasado, pero es una sola vida en soledad,
aquella que nos ha sido otorgada
para ser arrebatada, la que hemos construido
no siempre con la suficiente maña,
la que discurre en nuestro pecho agobiado
mientras vemos cambiar la de los demás
que viene a cruzarse con nosotros.

La noche nos aguarda, aunque sigue lejos,
y yo camino el camino sin dejar de pensar
de recordar el amor, los amores, el gozo,
la alegría, la esperanza, el lecho,
los besos compartidos con la traición
y los traidores campando a sus anchas.
Pero ha sido bien útil vivir lo vivido
hasta ahora, y aguardo curioso
lo que falta, lo que falte, sea cuánto sea,
aunque quizá esta primavera, a veces,
tenga aspecto de anticipo de la noche.

RICARDO BELLVESER -Valencia-
Publicado de Luz Cultural

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