El parque está apagado,
el lago no pestañea,
los árboles lamen la soledad,
el reloj toca las horas,
los perros se vacían en la costumbre,
y le ladran a la niebla.
Bajo la farola,
el solitario bebe de su petaca,
y deambula, sin más,
él sabrá lo que esconde
en el verso que no logra escribir.
Sospecho que la noche
no templa la espera,
y los pasos se confiesan vulgares
en el atril del tiempo.
Consuelo Jiménez
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