lunes, 24 de septiembre de 2018

ARPEGIOS DE ORATE


Si dices la verdad, no la repitas.
Sólo el que miente insiste.
Hay que narrar siempre versos nuevos,
nacer un poco cada día.

Así recitaba por los bucólicos cafés, mientras
los clientes lo miraban con hastío.

No permitas que el tiempo te encarcele
en su círculo mágico. Cada alborada es distinta,
y lo que anoche se te desmoronaba
se eleva con la aurora más radiante que nunca.

El loco, iba esculpiendo sus frases, lentamente.
Con timidez llenaba las tazas de sílabas audaces;
alicortaba la monotonía
incrustando ritmo a la desidia.

Gritaba a veces:
¡El hombre es sólo libre cuando mira adelante!
¡Sólo es feliz aquel que osa imaginar el destino!

Y la clientela, entre bostezos, iba engullendo la letanía
redactada a saltos de rayuela.
El camarero viejo se reía como un niño;
incluso se manifestó a veces, como hombre con hambre,
diciendo: erial, libertad, hoz y jauría,
El poeta loco,
ponía gesto sosegado a su silabario silente.
engrasaba la rueda de la vida, para algunos tediosa;
allí, algunos parroquianos revivían,
se renovaban gracias a las sílabas del loco:
hijo, libro, árbol, vida…

Si el tiempo fuera un sueño, ¿no sería
la vida un golpe como cuando, huida
la que llamamos realidad, un ruido
cualquiera inventa el hilo de una historia evaporable?

Este bendito silabario, hacía arder la leña
del hogar enmohecido donde mora el alma,
-panfleto párvulo del guiñol de la fantasía-.

Una tarde un guardia le detuvo,
por declamar –según creía- palabras subversivas.
¡Qué lastimosa y penosa es la ignorancia!

Yo le he espiado en la noche
cuando regresaba a casa entre farolas
sorprendidas que fruncían el ceño.
Iba como un loco alegre que versifica
su lozana locura a las estrellas
recitando cuerdas palabras.

¿Y si ocurriera todo de una vez, aunque
fuese necesario disolver las horas,
un súbito relámpago que la alborada
y el ocaso resumen? ¿Y si tuviéramos
que deleznar la vida para entenderla?

El loco recitaba palabras
como si salieran de un cráter,
de la herida candente de un ángel turbulento,
de unos labios de azahar, de una prematura herida
abierta en el corazón del alma.

Un séquito de risas iletradas
le seguía a todas partes, con rumores
de renglones desvelados,
de manos escribanas con dedos apaisados
de ignorancia. Pero lo cierto,
es que él sentía la lúcida complacencia
del que deifica la poesía, pensando
que todo poema en el cielo desemboca.


JOSE LUIS BRAGADO GARCIA -Valladolid-
PREMIO DIEGO DE LOSADA 2018.
Publicado en la revista Carballeda, 50 

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