domingo, 3 de junio de 2018

PREMONICIÓN DEL OTOÑO


Este verano hubo pocos mosquitos, muchos
días que corrieron en blanco. Tuve noches
en las que maldormí sufriendo por amor
y algunas plácidas, de oración y lectura.
Este verano no me importó que crecieran
sin orden las plantas de mis arriates
como quien deja por dentro medrar
-sin poner resistencia- una pasión malsana.
Volvieron las siniestras cucarachas
para recordarme que hay horror en el mundo
y no escuché ni a las cigarras ni a los grillos
taladrando el sueño de la siesta o de la noche.
Este verano lo pasé entre dos países
y viviendo en un futuro ilusorio.
Trabajé poco, quizá escribí demasiado.
Si fui feliz en ciertas circunstancias
fue para sentir más doloroso el mazazo
de la decepción. Ahora que acaba el verano
con buenas nuevas a destiempo, me sumerjo
en aguas de vida intelectual, planifico
el periplo -que tanto quise- a Andalucía.
Lo malo es despertarme muy temprano,
barba crecida, sin deseo, recordando
lo que afirmaba tristemente mi maestro:
que para viajar hay que estar enamorado.

Guillermo Eduardo Pilía

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