sábado, 28 de abril de 2018

MUJER Y MADRE

         
¡Oh madre!, tú la dulce mujer de reciedumbre
cual un álamo erguido siempre al pie del brocal,
cuidaste que la linfa manante allí en mi pozo,
tuviera  transparencia de mujer diamantina.

¡Oh madre, en cuyo vientre se tejieron mis huesos:
Hay sol en tus  pupilas y  besos en tu faz,
y en tu cara hoyuelada hay sonrisas de niña,
y aún en tu  semblante, candor de adolescente!

En críptico secreto, como la nuez, tú tienes
repleto de dulzuras un tierno corazón:
y siendo suave y  dulce, mas fuerte como un roble,
en mis  surcos  pusiste la más fértil semilla.

Mi arcilla modelaste cual un noble alfarero,
y mis ansias puliste con un buril severo;
y nunca en cobardía del yunque  desertaste,
ni  frente a las borrascas, huiste del timón.

Pegada de tu falda, tus  pasos persiguiendo,
mi Lengua Cervantina aprendí a balbucir;
de ti aprendí nobleza, honestidad y amor,
y en lealtad y justicia, la convivencia  en paz.

¡Oh mujer, dulce madre!, la que me abrió caminos,
la que siempre me dijo: “Adelante con fe,
que más que  dar Dios tiene, que nosotros pedir”:
¡hoy tu voz transparente, alumbra mi sendero!

 ¡Oh  madre, tú la recia, la tierna, la feraz;
orgullosa me has hecho de mi  propio destino:
varones y mujeres de tu temple y estirpe,
de mi  fecundo vientre cual milagros brotaron!              

Del libro “Del crepúsculo a la alborada” de Leonora Acuña de Marmolejo

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