Roído por los besos de sol,
la bañista enseñaba
del color del biquini
su esqueleto exterior
y demostraba,
una vez más,
que el fin último de la creación
eran su cuerpo moreno
sus curvas,
sus mejillas hundidas
y el roce de la brisa
contra su piel.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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