martes, 22 de noviembre de 2016

LA BLANCA DAMA SERPIENTE


Las ciénagas paganas a la sombra del sol negro
están cubiertas por helechos de esmeralda
en las que un viaje más allá de las chimeneas resecas
están a un paso indeciso de la locura,
a unas manos suicidas que abran el velo arcano
que descubre la miseria de una raza medio moribunda.
¡Oh, la blanca dama serpiente!
Me conceda sus jeroglíficos y sus acertijos
al albur anaranjado de un mediodía inerte
al pasaje alquitranado de una medianoche enlosada,
¡ancestral sexo en la tierra del pecado!
¡Oh, la blanca dama serpiente!
Me conceda sus profecías
al ocaso de una hoguera con llamas que danzan
en el teatro de la fertilidad y la esterilidad.

¡Aquí están la ruinas para absorber sangre!
Sonámbulos plateados que escapan de la trampa
de unos sueños manufacturados
falsos campanarios derrocados en la soledad milenaria,
el gusano se retuerce en el bosque quemado.
¡Aquí está el beso con sabor a plomo fundido!

¡Y ahí estará esa nostalgia enclaustrada!
Ese clamor sirénido en la marejada de los sargazos,
en una playa de encuentros marfileños
con la espuma de la verdad y de la mentira
combinándose en lo que nace y muere,
¡por siempre! ¡Y por nunca!
¿te volveré a acariciar con alas irisadas?
¿te volveré a contornear en el infierno de la cera derretida?
Abrazos y lenguas bífidas de fuego, ojos y sexo lunares,
el paisaje muerto postindustrial vuelve seco a resonar.

Del libro El libro negro de Carlos Daminsky (España)
Publicado en Editorial Alebrijes

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