Estaba a la intemperie
cuando el pájaro picoteó
su alimento, toda
sangre, carne, huesos
mientras el río frotaba
las piedras ágilmente.
También pelos y uñas
rodeada por montañas.
A la intemperie
desnuda,
con los ojos abiertos,
tratando de escuchar
la voz que nunca alcanzo.
Alguien plantó el misterio y nos observa
en un juego de ciegos
oler, palpar, lamer
la presa equivocada.
Del libro “La voz que nunca alcanzo” de
Antonia B. Taleti -Argentina-
Compartido por Rolando Revagliatti
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