Cuando flujos de oro esparzan meandros
en las sábanas de los hospicios.
Cuando comisuras abajo,
como huella de caracoles
penden hilos de saliva
y la mirada huye de los rostros.
Entonces,
sólo entonces,
escapa el paisaje de los vidrios:
el olvido es una casa de muñecas roída por termitas,
un palomar que se desploma silencioso entre la nieve.
La fuga de los dones es un fabuloso estampido.
WILMA BORCHERS (Chile)
Publicado en Los puños de la paloma
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