sábado, 2 de julio de 2016
DESDE EL TEJADO
A medianoche al tejado subí.
La luna un ojo me guiñó
y coqueta me mostró
una ola donde no un delfín
sino un pez plateado y juguetón
saltaba buscando ese rubí
que tienes cerca del corazón.
No muy lejos gatos negros
se lamían sus oscuras patas
y curiosos miraban
a unos jóvenes de largos pelos
que a la luz de la farola fumaban
y se daban el último beso
antes de irse a la cama.
De una abierta ventana
escapaba una bella melodía
que un invisible guitarrista
sin respetar el descanso tocaba
con una fantástica maestría
que libera de penas a un alma
que de tanto pensar no dormía.
Al otro extremo del pueblo
la vieja iglesia era un ascua de luz
que rompía la sombras con que tú,
noche, cubrías los callejones estrechos
que se perdían en la quietud
de un pueblo mecido por el viento.
JOSÉ LUIS RUBIO
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