martes, 31 de mayo de 2016

MARIO, EL KINESIÓLOGO


Antes, repito, fui valiente y brillante; hoy apenas me estoy recuperando con timidez de dar un paso en falso y desbarrancarme, lo que representaría mi defunción. No daré un paso en falso. Me apreciarán agachada y vejestoria; alguien casi reptante, temeroso de llevarse un objeto por delante y fracasar en su intento de integración a la civilidad. Es lógico que no salga a los saltos como un perro galgo en la sabana de carrera...
Las expresiones corporales que evidencié por meses y meses podrán ser ridículas y malavenidas cual los iniciales aprontes de la infancia. En realidad, repito, cohabito un territorio primerizo, difícil de conquistar, desconocido... Y fue de mi propiedad ayer nomás... Y se me ha escurrido como arena contenida en una mano que escapa por entre los dedos.
Qué terrible es el espacio circundante: es abisal cual un precipicio y no puedo dejar de verlo, de sentir su maléfica atracción... qué desgracia.
¿Por qué me habré extraviado en este bosque sin calvero, en el atolladero de vericuetos insondables, acaso insalvables?
Me arriesgaré al marasmo de invadir esas zonas espantosas a riesgo de ultimarme por propia voluntad, obedeciendo al maestro, o no...
Ayer nomás caminaba por las sendas del universo propio, del ajeno, del frío, del calor y de las lluvias torrenciales.
Ayer nomás fui valiente y brillante como un diamante engarzado en la espada de un caballero medieval.
No es aceptable esta decrepitud. Maldita sea. Saldré afuera del amurallado recinto ignoto.
Aseguro que lo haré transpirando océanos de miedo. El miedo turba y causa invalidez. El miedo es. Hay que asesinarlo.

AURORA VENTURINI -Argentina-
Publicado en Fuegos del Sur

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