viernes, 5 de junio de 2015

IRSE


El hombre dio un grito. Bajo su pie empezó a florecer una rosa de sangre.
El vidrio bebió y sus bordes crecieron en rojo…se estiraron en gotas….
Despacio, el forastero se inclinó y palpó la herida….un área dolorosa crecía donde tocaba….
Lejos el río estiraba su cuerpo de rocío y la canoa esperaba.
Cojeando salió de la espesura en busca del claro….apenas llegó, apenas.
Para aliviarse metió el pie en el agua y hormigueos de dolor lo recorrieron..
La sangre se extendió tiñendo el agua, una mancha borroneada y sutil.
La canoa se balanceaba con un vaivén de potro salvaje y al fin se desató y huyó .
Mientras se desangraba, el hombre la pudo ver hasta el recodo y no más….
Una nube veló sus ojos y ya no fue.

MARÍA ITZA

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