…después, cayó la noche en las picadas
y una estrella que erraba por los montes
parpadeó de asombro en el follaje.
Una queja vertical y honda
yace horizontal sobre la tierra.
Qué breve su ademán en el paisaje!
Cuando la voz no había engendrado el eco
ya el cansancio dolía en sus espaldas.
Nadie vino a llorar sobre su cuerpo muerto,
solo está
con un murmullo de grillos y cigarras.
Recortado sobre un suelo indiferente
su abatido perfil, hecho silencio.
No sé su nombre pero le invento un canto
que atrape su voz estrangulada,
el gesto de impotencia de sus manos lacias,
la irreverencia de un Dios que se ha olvidado.
Quiero alas para su ataúd de sombras,
que dibuje en las nubes su figura simple
y una mortaja de pájaros mojados de rocío
que alivie la sed de su cuerpo lacerado.
Oh, hermano hachero!
Oh, llanto que me nace desde adentro!
Sólo tengo mis versos y mi canto
para unir a la tuya mi tristeza.
Margarita Diez -Argentina-
Publicado en la 2ª antología de poetas argentinos
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