(Artículo de 1919)
Algunos que no han querido o podido enterarse de la aspiración que hay en el fondo de la gran agitación industrial y política de estos días, harían bien en coger un librito, un compendio cualquiera, y enterarse de lo más elemental de la trifulca.
Porque es ridículo, de un ridículo trágico, oir todavía a personas ilustradas hablando… ¡del reparto! ¿De qué valdría, dicen, que se hiciese un reparto general del dinero de los ricos, si, al cabo de cierto tiempo, el ahorro de los pocos y la imprevisión o despilfarro de los muchos nos volvería al mismo estado de pobres y ricos en que vivimos hoy?
¡Qué barbaridad! No hay tal reparto, amigos. Antes al contrario, lo que se aspira a crear es un orden social donde no sea posible (como lo es hoy) quedar libre cada cual de hacer mangas y capirotes de lo que –según hemos visto que opinaban personas tan insospechables como Jefferson y Lincoln- es fruto del esfuerzo colectivo de la humanidad y, por consiguiente, propiedad de todos, y necesario a la subsistencia, bienestar y progreso de la comunidad. Se aspira, amigos, a rodear de tales cuidados y guardas y cerrojos la riqueza, el capital, que nadie tenga sino aquella porción de las rentas, de los beneficios de ese capital, que la sociedad estime buena como tipo, como “standard”, para todo cuanto contribuya a la conservación y expansión de la vida de cada uno de sus miembros. ¿Entendéis ahora?
Publicado en el blog de nemesiorcanales
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