El mundo no es una puesta de sol,
ni una noche con todo el favor de las brujas,
es tu beso apasionado, auténtico,
presiento,
el peso que yergue tus hombros
de la mano mundana que pulió
tantas soledades hasta bruñirlas;
aquí y ahora, al lado,
y desde aquellos hangares
que hoy duermen autobuses
y mañana conocieron mundo.
El epicentro del mundo:
vuestras manos en un abrazo bestial
crujiendo a la mediocre realidad
de una coordenada fallida.
Es el mundo creciendo entre los pies,
los dedos enraizados
entre una tierra caliente,
casi desconocida,
y una bóveda tan celeste
en todos los horizontes
de par en par.
MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-
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