De tanto insultar al viento de los que hablan solos,
me encontré una mañana de las de cepillo en ristre
contando mis chismes a una de las muchas manchas
de la pared del water pequeño de mi casa de alquiler.
Y era día de luz y sangre y recogimiento
cuando le indiqué por señas,
a la mancha herrumbre,
que somos carne de sarcófago
como nos recuerda el fantástico hombre bala.
La mancha de la pared
de forma de peluche de coleóptero
fue la espita de la pared también.
Como nubes ubre,
como ubres grises que pasan,
la mancha,
la mancha,
sonreía mojando la impostura
de los azulejos azules.
Con mi confianza cargada
al hombro,
pregunté por qué se parecía
la nube,
a un estribillo
y a las gafas de Elton John.
Y a veces,
al eco de las cataratas en una maceta.
Todo fue por insultar al viento,
viento
de mancha
de aquel
lugar.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
No hay comentarios:
Publicar un comentario