Día a día se levanta la paz y se derriban fronteras.
Día a día se hace el camino y se deshacen frentes.
Día a día se busca el amor y se abandonan odios.
Día a día se alza la vida porque se realza el verso.
El verso es la brisa que nos levanta el ánimo,
el aire que nos eleva y nos lleva consigo
por un camino de amor y vida, por un camino
de horizontes invisibles y de cielos visibles.
Dejadme que sea libre como barca en la mar.
Dejadme volar y salir de esta tierra cautiva.
Dejadme andar sin camino, quiero descubrirlo.
Que uno tiene que descubrir lo que tiene dentro.
Dentro tenemos un mundo de sensaciones,
un espíritu de abecedarios que nos llama para sí,
una oleada de latidos que nos alientan a la vida,
a saber que existo y que existo para los demás.
Nada existe sin amor, nada existe sin amar.
Todo es por amor, todo brota del verbo amar.
Somos la palabra justa en el momento exacto.
Una verso por el día, un poema por la noche.
Mostremos nuestra llama de deseos al mundo.
Abramos el corazón a la esperanza y esperemos.
Cuando uno pierde la paciencia consigo mismo,
ni encuentra el camino ni tampoco halla morada.
Y aunque somos caminantes en busca de Dios,
cuando la impaciencia nos vence y convence,
nada es lo que parece y lo que parece tampoco es.
Seamos la belleza en la eternidad del tiempo sin más.
Con el tiempo se hizo el mundo y para el tiempo,
la vida; y con la vida, el ser humano y sus sueños.
Necesitamos tener una respuesta sobre quién somos
y por qué vivimos, a dónde vamos y de dónde venimos.
Percibimos que somos versículos, con alma de poeta.
Cada vida es única, lo intuimos y lo entendemos.
Al fin, en cada creación humana late un trozo de amor,
un trazo de Dios. ¡Dios mismo en nosotros cada día!.
Víctor Corcoba Herrero -Granada-
Publicado en la revista Arena y Cal 205
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