EN EL JARDÍN
Mami, al árbol del jardín las hojas se le han secado.
Mami, ¿a qué no sabes lo que le ha pasado?
La seño en el cole nos ha dicho
que es porque el otoño ha llegado
y que el viento del norte soplando
soplando las hojas le ha arrancado
y al suelo las ha tirado.
Por eso el árbol del jardín
sin ninguna hoja se ha quedado.
Pero yo lo cuidaré para que cuando
llegue la primavera floresca de nuevo
otra vez y los pajarillos sus nidos
puedan hacer
y tú mami, te puedas sentar
a la sombrita de él.
CARMEN PÉREZ MARTELL
EN EL JARDÍN
En lugares del norte de Francia
hay jardines de conmemoración,
austeras cruces blancas
debajo de un achicharrante cielo azul.
Miles de cruces de soldados desconocidos
y en el centro
un monumento de mármol
celebrando sus vidas y sus muertes.
Los nombres reverberan…
Somme, Paschendale,
el césped es muy verde
alimentado por sus huesos.
Silenciosos, sin entender porqué,
murieron por rey y patria
y allí duermen para siempre
en un prado extranjero.
Lo vi con quince años
y nunca he olvidado
las últimas moradas
de una generación de jóvenes.
¡Qué descansen en paz!
ANNE SAMPSON
EN EL JARDÍN
En el jardín paseaba,
era una noche serena,
la primavera apuntaba
el olor de flores nuevas.
Las rosas se despertaban
con el canto de los grillos,
la margarita cerraba sus puertas
para no escuchar ruidos.
El clavel miraba a la azucena
como fiel enamorado,
ella le volvía la cara
porque es muy descarado.
Los geranios se conformaban
con mirar a las amapolas silvestres,
tienen más libertad, y viven
en el campo verde.
El romero tenía un perfume
agradable, y con la dalia
discutía porque se acostaba
muy tarde.
Los lirios esperaban
muy despiertos que pasara
la dama de noche.
Su fragancia lo embriagaba
y no escuchaban reproche.
Me quedé dormida tarde
pensando en la maravilla
de observar aquellas flores,
porque gozan de una vida
y de bonitos colores.
LOLI BRENES RODRÍGUEZ
LAS ROSAS
Rosas de muchos colores:
las rojas son de amor,
las blancas de pureza,
las amarillas y rosadas
son bonitas de colores
pero dan tristeza al alma.
Rosas que orgullosas no sois
pues lo mismo florecéis
en la casa más humilde,
que en el palacio del rey.
En un jardín de rosas,
una rosa en su tallo se mecía
y un clavel envidioso
con malicia le decía:
no presumas más mi rosa
que vas a acabar con mi vida.
No quiero que nadie te mire
que tú solo serás mía.
La rosa sonreía
al ver al clavel tan desolado.
No te preocupes
Siempre estaré a tu lado.
Al terminar la primavera
la rosa se marchitaba
y el clavel moría de pena
al ver que su rosa con el viento
se marchaba.
LOLI BRENES RODRÍGUEZ
EN EL JARDÍN
El jardinero trabaja todos los días
y mima tanto él las flores que éstas bailan y canta
cuando amanece el día.
En el jardín el jardinero reparte todo su amor
y los geranios lo cambian por aromas y color.
Los claveles hacen que las margaritas sean más bonitas.
El rocío se desliza por los pétalos de las rosas.
No lloran, ríen…
Ya sale el sol.
Los mimos se mecen
y las trompetas le hacen música.
Los jazmines con su encanto
son movidos por el poco viento que hace.
De un matorral de romero ha salido un mirlo volando.
Dijo libertad en su canto.
Ya quisiera el jardinero llegar esta tarde temprano
a ver a su amada azucena
ella lo estará esperando.
ANTONIO BASALLOTE LOBÓN
EN EL JARDÍN
Lleva dos días cayendo
una lluvia pertinaz,
el viento con arrogancia
silba sin descansar
y a las elegantes y esbeltas palmeras,
esta profunda borrasca
lava y peina sin cesar.
Antes de que llegara
pasamos una semana entera
plantando. Escarbando y abonando
bulbos, plantones, esquejes…
todo lo necesario para
que en el jardín de la casa
floreciesen deslumbrantes.
Pero tanta lluvia y tanto viento
ha frustrado, destrozado
nuestro esfuerzo, nuestro tesón.
En el estanque del jardín,
han quedado los abrojos
pues castañas de agua son
que cual penas y dolores
nos llenan de desazón.
CONCHA GOROSTIZA DAPENA
EN EL JARDÍN
Hace bastantes años, una cálida mañana de domingo de primavera, fuimos a visitar un palacete que Alfonso XIII, mandó construir para la más preciada de sus amantes, madre por cierto de un tal D. Leandro que gracias a la ciencia moderna por mor del ADN, el actual Juan Carlos I no ha podido obviar como hijo bastardo del frívolo último rey.
Pues bien disquisiciones aparte vuelvo a tema principal de esta historia, el palacete en cuestión que había sido abierto al público recientemente para regocijo de los madrileños, y que al pasear por los salones principescos quizás soñaran unos breves minutos en que bien hubieran podidos ser ellos los habitantes de la mansión. Tengo un vago recuerdo del palacio en cuestión, pero guardo una grata y vívida impronta del maravilloso y cuidado jardín. Con un cierto estilo y encanto a los jardines de Versalles, también semejaba un pulcro y rectilíneo jardín a la manera inglesa, pero eran sus parterres plenos de fragantes flores de las que no puedo saber su nombre porque en aquellos días mis conocimientos sobre floristería eran prácticamente nulos, o quizá fueran aquellos querubines regordetes portando en sus manitas cornucopias repletas de frutos exultantes y henchidos. Todo aquello que poblaba aquel jardín me era desconocido y me resultaba tan maravilloso que creí estar en el paraíso. Tan solo tenía 10 años y nunca antes excepto los jardines del retiro había visto nada parecido.
No recuerdo el nombre del lugar, solo la gran verja que se abría acogedora dando entrada a aquella maravilla que era aquel jardín, recuerdo que perdura a través de los años y las estaciones.
Seguramente si lo viese ahora no sería lo mismo. Prefiero guardarlo en mi mente y mi corazón y conservar el encanto que produjo en mí aquel mágico jardín.
CONCHA GOROSTIZA DAPENA
EN EL JARDÍN
Mi jardín tiene 35 árboles frondosos, con hojas de color verde claro en su mayoría. Roble, acacia, caqui, limonero, naranjo, ginkgo, olmo blanco y un viejo olivo. También césped, algunos arbustos florales, hierbas salvajes que nunca arranco.
Hay espacio de sobra para mis perros y gatos. Ellos se purgan comiendo ciertas hierbas que crecen de forma espontánea. Una fuente pequeña susurra sonidos de frescura juguetona, imitación aceptable de algún manantial lejano.
Hay espacios de sombra y de luz, geometría solar variable para los distintos momentos del día y del ánimo. Suelo tirarme en el suelo, quedando durante horas en la contemplación de los pixeles del cielo: la pantalla del mejor ordenador del mundo. Así, puedo contar nubes y pájaros, imagino cielos hermanos de Asia o de América, construyo edificios aéreos inspirados por René Magritte, o simplemente, me adormezco. La tierra abraza mi cuerpo, con olores verdes y tacto milenario. Un trozo de paraíso.
El jardín es mucho más grande que la casa. Para mí, es más importante el jardín que la propia vivienda. El jardín es el pulmón que da sentido al habitáculo.
Siempre soñé vivir rodeado de árboles, arbustos, hierbas salvajes, alguna pequeña corriente de agua fluyendo. Herencia de la cultura que los árabes dejaron en este país.
Suena el timbre del teléfono móvil. Alguien me llama y debo responder. Hago “click” en “Guardar como”… Carpeta “Mis ilusiones”. Todo dentro de mi pen-drive.
Otro día seguiré contigo, mi jardincito. ¡¡No te olvido!!
DIEGO ORTEGA NÚÑEZ
EN EL JARDÍN
En el jardín, en ese jardín, sencillo,
donde rosas y claveles, me regalan
su embriagador perfume que enriquece
mi olfato, en ese jardín, en uno
de cuyos bancos me senté a esperarte
alguna vez rendido por la impaciencia
mientras el viento acariciaba con fuerza
los rojos pétalos de las flores que me rodeaban
en ese jardín el tiempo fue escribiendo
cientos de historias de amores y desamores
que allí mismo tuvieron principio y fin.
En el jardín donde duermen los duendes
que me robaron tus besos y caricias
en ese jardín, donde las hormigas trabajan
afanosas entre los pies de los paseantes,
allí me detuve a contemplar el monótono
caer del agua de una vieja fuente
donde algunas hojas se bañaban
huyendo del sofocante calor de la tarde
que mi frente de sudor perlaba
JOSÉ LUIS RUBIO
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