Dispongo
del laberinto del Minotauro
para recuperar el aliento de los dioses.
He caído
en las grutas donde los hombres se refugian
del dolor y el odio
aquilatando soledades
al pairo de las estrellas vagabundas
que recorren los caminos azules.
No debo recurrir
al lamento de los pájaros, ni al sollozo
de los malabaristas del pánico:
el amor
siempre resurgirá entre las cenizas
del miedo.
Acaso
los aullidos de los perros de presa
que cabalgan con las olas
de la nostalgia
sean capaces de disfrazar
el paradigma oscuro de las voces perdidas:
entonces levantaré
el puño crispado en la penumbra del deseo.
Entonces cesará el viento caliente
y la noche se hará día.
Luis Enrique Prieto
Publicado en la revista Arena y Cal 204
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