Cantan los pájaros al amanecer
acompañados por el murmullo
del agua que se despeña
entre las rocas, relajando
el espíritu que es atrapado
por la belleza del lugar.
Se suceden lagos,
las cascadas, las grutas,
dando a todo el entorno
una apariencia mágica
donde no existe el silencio
porque lo rompe continuamente
el alegre caer del agua
del río Piedra que avanza
mansamente por este vergel edénico.
Aquí meditar es fácil
porque el pensamiento fluye
siguiendo al agua,
al canto de los pájaros,
a la paz que se siente
en cada espacio del parque.
Completa el lugar un viejo monasterio
en cuyas bodegas se cuenta la historia
del vino de estas tierras aragonesas.
Un monasterio donde ya no se reza
en la soledad de su claustro,
ni en sus jardines, ni en sus celdas,
porque ya no hay en el monasterio
monjes de túnicas ajadas.
Del libro inédito Viajando por internet de JOSÉ LUIS RUBIO
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