No distingo el mal,
el mar.
No intuyo
quien tantea entre las esquinas.
Como un trance
invento la melodía que quieres sentir.
Quiero engullir con los ojos
quizás,
a la musa
que me asista,
que desgarre la savia,
que roce su piel
con la verdad,
que intente olvidar,
hasta la raíz,
inseparable.
Que incite en la mañana
a una canción
a su canción,
y que en su cabeza
el mal,
sea
mar.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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