miércoles, 3 de abril de 2013

TRIPAS


Llegué cansado aquella tarde,
y colgué mis tripas de un tendedero.

Las pinzas de tender dibujaban rayos y truenos en sus herrajes.

Se acercaba una tormenta y mis tripas se balanceaban al viento gritando:
“Tiene que llover, tiene que llover a cántaros”

Antes de que la furia del vendaval goteara
por entre las circunvoluciones
de mis tripas,
la noche,
como un tubo digestivo negro y rotundo, envasó al vacío el tiempo que me quedaba por vivir.

Mis tripas quietas cual murciélagos gelatinosos,
gruñeron.

Un simple gruñido fue la estampida,
la noche se agitó y sonrío con boca de luna nueva.

Las estrellas titilaron pidiendo clemencia
y una bandada de búhos solitarios
picoteó las estrías de mis tripas
que somnolientas,
regresaron a mis brazos.

Acogidas con abrazos como labios,
fluctuaron
lo digo yo que no se el significado
de la palabra fluctuar.

Así fue que mis tripas y yo,
pudimos descansar hasta la siguiente
marea negra.  

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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