Veloz, como su reflejo
dos veces sus espíritus vi:
A la muerte de mi padre,
cuando él me dijo adiós.
Robaros en una hora,
esas malvas en losa gris.
Esconderos de la negra sombra;
una hora, una hora de pena por mí.
Dudo de las lágrimas de la Aurora
que envidiosa contempla la muerte,
fuente sedienta
donde ni cantan las aves,
ni ríen los peces.
¡Oh, secreto seguro!
Ando desalentada.
Huyo de este roto sueño
que hace mueran
quienes mi vida di.
¡Oh fieles imágenes idas!
Robaros vuestro aliento.
Ardor que os devuelva
llama ardiente,
verde selva,
nieve en tierra,
céfiro cálido
de mi amor eterno.
Ana M. Lorenzo.
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